viernes, 16 de agosto de 2013

Sociología de la Primera Literatura Libre

En un famoso experimento de los años 70, pillaron unos cuantos niños, los separaron en dos grupos, y les hicieron jugar con unos rotuladores de colores. A los niños de uno de los grupos les dieron luego caramelos, a los del otro grupo no. Después observaron el comportamiento de esos niños en su tiempo libre, en el que podían jugar con un montón de juguetes diferentes, y vieron que los niños de uno de los dos grupos mostraron más tendencia a seguir jugando con los rotuladores que los del otro grupo. La psicología tradicional hubiese apostado a que los niños a los que más les gustarían los rotuladores serían aquellos cuyos dibujos habían sido recompensados con caramelos, pero lo que sucedió fue precisamente lo contrario: los niños cuyos dibujos habían sido recompensados se pusieron a jugar con otros juguetes porque habían interpretado que haber estado dibujando había sido una especie de trabajo. Los otros habían interpretado que habían estado dibujando porque sí. Al no tener recompensa, sus mentes dedujeron que en el hecho de dibujar había una recompensa intrínseca.
Esos niños ya me cayeron bien la primera vez que leí sobre el experimento, porque me pareció que le daban una contundente patada al culo a todos los listillos que tratan de simplificar el comportamiento humano en base a estímulos pavlovianos, pero tardé un rato en darme cuenta de que también me habían caído bien porque me sentía identificado con ellos: mi caramelo también eran mis propios rotuladores.
Xavier ÁGUEDA, 10 años de El Listo


La valoración de la motivación artística por encima de la económica no es algo reciente, de ahí el concepto de arte por arte o arte dionisíaco, donde la belleza era el único elemento destacable. Sí lo son las herramientas que permiten una publicación con un coste muy cercano a cero, que han permitido a muchos autores amateur desarrollar obras a un nivel profesional, y en algunos casos de forma notable.

miércoles, 14 de agosto de 2013

El daño que hace Lázaro de Tormes

Pues sepa Vuestra Merced, que cada año que pasa vamos creando niños que comprenden que para ser algo en la vida debes mentir, engañar, robar, provocar, chantajear, huir… Cada tratado del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es una pequeña sucesión de malas acciones que te llevan a adorar a un chiquillo al que la vida le ha hecho rebelde.

Todos los que hemos podido estudiar en profundidad esta obra sabemos que el protagonista entra en ella siendo un niño inocente y sale como un verdadero cínico, ladrón y pícaro. La sociedad le ha trasformado, ha matado al buen salvaje que llevamos dentro y lo ha convertido en un cabrón (literalmente). Si al niño le mostramos al pícaro como un tipo social español al que imitar, estamos criando pícaros. No podemos sorprendernos ni echarnos las manos a la cabeza cuando descubrimos a un Bárcenas, un Roldán o un Dioni. No dejan de ser pícaros actuales, adaptados a los tiempos, personas que gracias a sus habilidades han conseguido alcanzar una posición estable. Y no nos confundamos, lo único que son con total seguridad es ladrones. Mienten, roban, engañan, provocan, chantajean, huyen…